¿Cómo empezó esta locura? Una historia real de aventura, familia y crecimiento
- Dare and Explore admin@dareandexplore.com
- hace 3 días
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¡Hola a todos!
Pues resulta que Ernesto me pidió que empezara a escribir blogs para Dare & Explore y que compartiera un poco de nuestras experiencias... y la verdad es que me costó trabajo acordarme cómo empezó toda esta locura.
Y digo "locura" con todo el cariño del mundo, porque sinceramente sí es una locura, pero de las buenas. De esas que te transforman, que te sacan de la rutina, que te hacen crecer como persona... y como familia.
Para quienes no me conocen, yo soy Coach de Familia. Me dedico a acompañar a mamás, papás, adolescentes y matrimonios a navegar los retos del día a día. Sentarme a escuchar situaciones familiares, descubrir lo que hay detrás de cada conflicto y encontrar soluciones que funcionen de verdad... eso me apasiona.
Pero un día, casi sin darme cuenta, descubrí que muchas de esas soluciones también se encontraban fuera de la oficina. En el bosque, en la montaña, en una caminata con nieve, en un campamento bajo la lluvia... En resumen: en las aventuras de Dare and Explore.
Porque lo que pasa en la naturaleza, cuando salimos en familia a explorar, no es solo diversión. También es formación. Cada aventura es una oportunidad de crecimiento personal, de conexión profunda entre padres e hijos, de autoconocimiento, de descubrimiento.
Así que hoy quiero contarles cómo fue la primera aventura en la que Ernesto y yo nos dimos cuenta de que este era nuestro camino. Bueno… más de él que mío, seamos sinceros. ¡Él tiene mucha más condición física y mucho menos miedo que yo!
Nuestra primera aventura: playa virgen, niños pequeños y muchos mosquitos
Llevábamos siete años de casados. Teníamos tres hijos: el mayor de seis años, el segundo de cinco, y la más chiquita de tres. Éramos una familia joven, con muchas ganas de hacer cosas distintas, pero con poco presupuesto y aún menos experiencia en aventuras al aire libre.
Un día, Alex, el primo de Ernesto, nos invitó a acampar en un lugar llamado Boca de Iguanas. Un rincón escondido de playa virgen donde, literalmente, no había nadie más que nosotros. Sonaba como el paraíso... y lo fue, aunque no como lo imaginábamos.
Desde que llegamos, la ola de calor nos golpeó como pared. Montamos la tienda de campaña mientras los niños se metían al mar. Llevábamos repelente (mucho repelente), porque los moscos estaban con todo. Era apenas el comienzo.
Ya en la noche, después de explorar un poco los alrededores, llegó ese momento sagrado: sentarse frente a la fogata con una cerveza fría en la mano y ver a los niños dormir (después de algunas discusiones sobre quién dormía con quién, claro).
Ese primer día lo sobrevivimos… y eso ya era ganancia.
Crisis, risas y aprendizaje
Al día siguiente, conocimos a un personaje inolvidable que se hacía llamar “Tarzán”. Un local que nos ofreció un paseo en lancha por los manglares. Fue una experiencia hermosa, aunque debo confesar que me daba pavor cada vez que Tarzán se lanzaba a nadar en zonas donde había caimanes. Pero bueno, él parecía saber lo que hacía.
Conforme pasaban las horas, algo en mí empezaba a cambiar. Me di cuenta de que cada uno de nosotros vivía su propio proceso interno, su propia “mini crisis”, ya fuera por los baños, el calor, el cansancio o simplemente porque las cosas no eran cómodas.
Y es que cuando uno está en la naturaleza, fuera de su zona de confort, todo se intensifica. El cansancio, el hambre, el fastidio, pero también la risa, la ayuda mutua, las conversaciones, la contemplación, el silencio. Es como si cada uno de tus sentidos se encendiera.
Me di cuenta de algo que desde entonces se volvió una regla para mí:en toda aventura hay momentos de crisis... y de gloria.Y ambos son parte del aprendizaje.
En el momento, claro, no se siente tan bonito. Pero cuando lo recuerdas, cuando ves a tus hijos contar esa historia una y otra vez entre carcajadas, te das cuenta de que esos momentos incómodos se convierten en los recuerdos más valiosos.
El gran final: ¡gengenes y caos!
El último día, ya al atardecer, mientras empacábamos todo, nos atacaron unas criaturas llamadas gengenes. Si no los conoces… no sabes lo que es sufrir. Pequeños insectos que no pican, ¡muerden!
En segundos, todos estábamos corriendo por repelente (que ya se nos había acabado), gritando, empacando a toda velocidad, los niños llorando, las mamás espantando moscos y los papás cargando mochilas como podían. Terminamos todos escondidos en un pequeño bungalow que había por ahí, y a las 11 de la noche iniciamos el regreso a casa.
Tres horas de camino… y muchas risas.Porque en ese coche, en ese caos, fue donde nos dimos cuenta de que algo dentro de nosotros había cambiado.

¿Qué tienen las aventuras al aire libre que hacen tanto bien?
Ahora que lo veo con perspectiva, agradezco que Ernesto haya tenido esa inquietud. Que haya insistido. Porque ese fue el inicio de Dare & Explore, aunque todavía no lo sabíamos.
Nuestros hijos —y los hijos de nuestros amigos— empezaron a crecer de una forma espectacular. No solo aprendieron cosas sobre la naturaleza. Aprendieron cosas de la vida. Aprendieron a enfrentarse a lo incómodo, a superar el miedo, a adaptarse, a pedir ayuda, a ayudar a otros. Aprendieron a ser fuertes, pero también compasivos. A tener paciencia, a colaborar, a resolver problemas reales, no teóricos.
Y como Coach de Familia, no puedo dejar de hacer la conexión.Las mismas habilidades que los niños necesitan para tener éxito en la escuela o en la vida —resiliencia, empatía, trabajo en equipo, manejo del estrés— las desarrollan de forma natural en este tipo de experiencias.
Tips para vivir una aventura en familia (y no morir en el intento)
Si te animas a vivir una experiencia con Dare and Explore (y de verdad te lo recomiendo), aquí van algunos consejos prácticos:
No esperes que todo sea perfecto. Lo inesperado es parte de la experiencia.
Lleva más repelente del que creas necesario. Créeme.
Permite que tus hijos hagan cosas solos. Montar su tienda, preparar su mochila, tomar decisiones.
No intervengas ante cada dificultad. Muchas veces pueden resolverlo si les das tiempo.
Haz espacio para conversar. A veces la mejor charla ocurre al caminar en silencio o frente a una fogata.
Celebra los logros pequeños. Subir una colina, cruzar un arroyo, o simplemente no quejarse por el frío.
Disfruta también tus propias crisis. Porque cuando las superas, creces… y das ejemplo.
En Dare and Explore buscamos más que aventura
Desde esa primera experiencia en Angangueo hasta hoy, Dare and Explore se ha convertido en un proyecto con alma. No solo organizamos campamentos o caminatas. Creamos experiencias transformadoras, donde cada persona —niños, jóvenes o adultos— puede conectar consigo mismo, con los demás y con el mundo natural que nos rodea.
Creemos que las mejores lecciones no siempre se aprenden en un salón de clases. A veces se aprenden al resbalarse en el hielo, al armar una tienda bajo la lluvia, o al ver cómo tu hijo consuela a otro niño que extraña su casa.
Hoy, además de nuestras aventuras familiares, también ofrecemos tours en español por Banff y Lake Louise, ideales para quienes buscan vivir las Rocosas Canadienses con guía local y una experiencia profunda y en su idioma.
Y como mamá, como coach, y como alguien que también ha tenido miedo, frío, picaduras y risas interminables, te puedo asegurar que vale la pena.
¿Nos acompañas en la próxima aventura?
Si alguna vez has pensado que a tu familia le vendría bien un respiro, un reto, una sacudida positiva... este es el momento.
En Dare and Explore, queremos acompañarte a vivir experiencias reales, que dejen huella, que formen carácter, que fortalezcan vínculos. Y como siempre digo en mis sesiones: la familia no se construye solo con palabras bonitas. Se construye con vivencias, con acciones, con momentos compartidos.
Y si quieres trabajar estos aprendizajes más a fondo, también te invito a mis sesiones de coaching familiar, donde podemos traducir lo vivido en estrategias concretas para tu hogar.
Porque al final del día, la mejor aventura es construir una familia fuerte, feliz y unida.
¿Te gustó esta historia? Compártela con alguien que necesite un empujoncito para salir a la naturaleza.Y si tú tienes una aventura familiar para contar… ¡quiero leerla!
Nos vemos en la próxima aventura.— Irene
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